viernes, 23 de marzo de 2007

EQUIDAD EN EQUILIBRIO

Por: Edna Lorena Fuerte

La celebración del Día Internacional de la Mujer trae siempre consigo la reflexión de lo que ha implicado, y lo que implica aún, la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres, que nos ha llevado a modificaciones fundamentales en la estructura social, y que urge aún más avances en las relaciones entre los géneros.

Sin embargo, esta reflexión siempre ha visto la búsqueda de la igualdad como el conjunto de cosas que se han logrado y las que quedan por lograrse; del pensar en la mujer sin derecho a voto, a la actual participación política femenina y sus alcances; o de la mujer como administradora del hogar, a las grandes empresarias de hoy en día.

Y lo que ha sucedido en este sentido del debate sobre la igualdad y el género, es que en esa lucha por los derechos de la mujer, se han dejado de lado algunas consideraciones sobre la igualdad, digamos que se ha hecho tabla raza en las condiciones de vida, las actividades y los derechos, abonando con ello a una mayor participación, pero sin considerar la calidad de esta.

La igualdad, en este sentido, no debe verse solamente como poner sobre la mesa las mismas posibilidades y dejar que hombres y mujeres las tomen sin distinción; pues esa distinción existe de manera orgánica y social, y no puede desaparecer por el afán de dejar de verla.

Pensemos cómo en las últimas décadas las mujeres han entrado en el sistema laboral de manera acelerada, se han incorporado a los liderazgos más importantes y a la producción cotidiana, su parte activa en la economía nacional es insoslayable; pero eso no ha significado que dejen sus roles de madres y amas de casa, es decir, tomaron tareas nuevas, pero no dejaron las anteriores.

Así, la igualdad no puede pensarse como sólo permitir a las mujeres trabajar en puestos que históricamente ocupaban los hombres, más aun, que tengan las mismas percepciones, por lo que aun se está luchando; sino que al incorporarse se consideren en todo momento sus necesidades particulares.

El olvido o soslayo de estas necesidades ha causado una evolución social desigual, en donde ciertas estructuras han abierto sus puertas a la participación femenina, causando un desequilibrio en el resto de sus actividades por no poder acoplarse unas con otras, cimbrando así algunas tareas básicas en el bienestar social, como la educación infantil, los valores e, incluso, la alimentación.

Pues a la vez que la mujer ha entrado al mundo masculino, los hombres no se han acoplado con el mismo vigor a las tareas históricamente femeninas. Hace falta entonces lucha por un cambio moral, de principios, no sólo de estructuras, que haga a los hombres sensibilizarse ante ciertas tareas y tomar como responsabilidad propia las actividades del hogar y los hijos.

La igualdad para la mujer es, precisamente, la coexistencia de nuestras diferencias en la convivencia. La discusión de lo igual debe partir de lo diferente. Para que hombres y mujeres trabajen en igualdad, es necesario construir un orden en el que las mujeres vean reflejadas sus prioridades, sin enajenar por ello sus cualidades femeninas.
Soy Edna Lorena Fuerte y mi correo es edna_fuerte@yahoo.com para sus comentarios. Gracias.

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